Olga Sotomayor

Olga Sotomayor Hurtado (Callao, Lima, Perú)

Su interés por la creación literaria se remonta a su juventud. La literatura clásica inglesa la llevó a perfeccionar la lengua de Shakespeare y a escribir, con trece años, una obra de teatro en el Colegio América.

Inquieta y curiosa por naturaleza, en la adolescencia se atrevió a estudiar arte dramático y a participar brevemente en una serie de TV por la que recibió su primera remuneración.

Más tarde se mudaría junto a su madre a Guayaquil (Ecuador). Recorrería por algunos años la ciudad de Quito nutriéndose de sus historias y leyendas, donde trabajó en la embajada del Perú. Para recalar en el Archipiélago de Colón y en la Estación Científica Charles Darwin.

Como en toda buena historia, no podía faltar el amor. Olga lo encontraría en las islas Galápagos y formaría su nueva familia en 1987 en España, junto al mar. Un sitio lleno de luz y color, como la ciudad cosmopolita de Marbella. Allí nacería su único hijo.

En esta zona del sur, Olga abre en 1993 un gimnasio en Sotogrande y pone en práctica sus titulaciones de Entrenamiento Físico, Naturopatía y Pilates, incorpora terapias alternativas,  reiki y acceso a la consciencia con Access Bars©. Viaja a Singapur para hacer un máster de feng shui en una prestigiosa escuela de metafísica china, tras veinte años de práctica. En Gym Tonic da clases y organiza cursos. Escribe artículos en revistas y en su blog.  Con pocas palabras, da rienda suelta a su version más holística.

Además, en 2002, junto a su familia, funda la empresa Top Boats, dedicada a la venta de yates en el Puerto de Sotogrande, Cádiz, donde desarrola su vena más terrenal. 

Durante toda su vida, alternó sus empresas con sus inquietudes artísticas: estudió creación de guion cinematográfico, interpretación y autopublicación digital. Participó en programas de televisión y en una película que se rodó de Marbella.

Nunca ha dejado de escribir y toma cursos de narrativa. Ahora se embarca en la publicación de su primer libro. Seguro que no será el último, porque en un cajón de su casa aún quedan muchos folios con historias inéditas que contar.